1º PREMIO

LA MARIPOSA DE PAPEL
Estela Azahar Martín González. 3.º ESO
IES Francisco Figueras Pacheco. Alicante

Escribo en papeles de colores y en folios rotos que ya no sirven. Escribo en servilletas de la cocina y en hojas normales y corrientes, como la de hoy. En tickets de la compra, en facturas de la luz, en la tapa de los cereales, en un rincón oculto de la pared de mi habitación, en las baldosas del patio de mi casa (y, cuando llueve, se borra).
Escribo cuando no tengo sueño y cuando me despierto antes de la hora. Escribo para no sentirme sola casi todo el tiempo y a veces para no olvidar lo que viví. Escribo con bolígrafos de colores y con un lápiz de dos puntas, por si acaso. Escribo con rotuladores normales y con otros que son invisibles, porque a veces tengo miedo de que alguien descubra lo que escribo. Y es que a veces, incluso, me da miedo lo que escribo y otras veces se me pasan los miedos escribiendo.
Tengo historias de dragones y dragones que hicieron historia. Versitos sueltos y palabras locas para un diccionario nuevo. Tengo canciones que invento y cuentos que dejo a medias, para que tengan suspense o porque no sé cómo acabarlos. Hay relatos que enganchan desde la primera palabra y otros que cuestan un poco al principio. Conservo notas tristes y otras que son divertidas, algunas dicen algo bonito de mí (y yo no las escribí).
A veces arrugo lo que escribo y lo dejo olvidado. Otras veces lo conservo como si fuera un pergamino de hace tres mil años. Algunas letras se han emborronado, con mis lágrimas o con las gotas de zumo que cayeron sobre ellas, y otras vienen a mi mente cuando menos me lo espero, como si otra persona las hubiera escrito y yo las recordara. Todas, todas las historias que escribo duermen bajo llave en una caja de madera, que para mí vale lo mismo que la primera edición de Don Quijote de la Mancha.
Hay días que cierro la puerta de mi dormitorio, vigilo que nadie me vea y abro la caja para guardar una historia nueva. Cuando llueve, me siento en la cama y la cojo para volver a leer historias que me hacen reír, porque me acompañan. Hay noches que me

ayudan a ver las estrellas de otra manera y otras veces me ayudan a buscar ideas para una redacción de clase (a veces ha nacido una historia de tres antiguas).
Hoy he abierto la caja, ¡claro!, ¡no cabía esperar otra cosa! Era el mejor momento y la mejor ocasión. Tenía que escoger la mejor historia de todas para este concurso. Nada más abrirla, han empezado a revolotear todas las historias en forma de mariposas de papel.
Una mariposa de papel reciclado me está susurrando al oído y otra, de papel de cocina, viene a mis manos. Hay decenas de ellas dando vueltas alrededor de la lámpara del dormitorio, de todas las formas y tamaños posibles (las de papel de cristal vuelan más alto), y otras se han quedado dormidas sobre el edredón. Una reposa dentro de la caja, posiblemente asustada por la ocasión, es comprensible. A mí también me ha pasado, cuando pensé que, a pesar de todas las historias que llevo escritas, no sabía bien cómo empezar esta tan especial. Una de ellas insiste en beber de mi taza de leche (casi desaparece) y otra, hecha de cartón, empuja a las demás para que caigan al suelo y así ser ella la escogida.
Con tanto alboroto no me queda más remedio que poner un poco de calma. La verdad es que tengo nervios, no sé por cuál decidirme y las mariposas de papel empiezan a impacientarse. Así es complicado pensar.
Todas dicen algo de mí. Algunas me vuelven a llevar a ese viaje en el que lo pasé tan bien y otras me recuerdan a esa amiga que cambió de ciudad. Hay historias para no aburrirse y otras raras de verdad. Que conste que tengo historias de concurso y también otras de momentos de mi vida en los que lloré hasta deshacer el papel. Tengo postales que me envié y algunas cartas tan graciosas que no paro de releer. En realidad, escribo todo lo que quiero vivir y vivo mucho de lo que he escrito, quisiera no haber vivido alguna historia y sueño con vivir lo que ahora estoy escribiendo. Y así van volando trocitos de mi vida, pedacitos de mi alma en forma de mariposas de papel.
¿A quién elegiré de entre todas las historias que revolotean por mi cabeza?
Haré una historia que vuele tan lejos como todas las mariposas de papel que se guardan en todas las cajas de historias. Una

historia que sea capaz de llevarte todas las historias de esa gente que escribe como yo, porque no se explican la vida sin escribir cada día. Una historia hecha de millones de mariposas de papel, mariposas que se escriben con la ilusión de ser la mejor historia del mundo y que vuelan llenas de ganas de emocionar. Una mari-posa de papel de las que van pintadas de paz, de las que silencian fusiles y acogen en sus alas las historias de todos, sin que importe el color o el tipo de papel.¡Aquí está!Pintadas sus alas por tantas manos diferentes, nacida de mis sueños y echando a volar gracias a tus ánimos, empujada por la esperanza y reciclada por cada gesto con que te detienes a ayudar a otra persona, vuela con la alegría de un niño. Sí, es la mariposa de papel más grande que sale de esta caja cuajada de historias, porque lleva en sus alas todas las historias que somos, todas las historias que fuimos y, lo mejor de todo, todas aquellas historias que podremos ser.